Con El rayo que no cesa (1936) inicia
su madurez artística Miguel Hernández. En esta obra
sobresalen los sonetos; el autor se muestra sucesivamente enamorado,
ilusionado y desdeñado por la amada. Aparecen, además del amor, también otros temas, como el destino
(la vida) y la muerte, destacados en la impresionante
“Elegía a Ramón Sijé”. Desde el título y dedicatoria hasta el último
verso, se nos revela un hondo y poderoso sentimiento
de amor unido a una consciencia no
menos honda del dolor. También la soledad
vibra. Desolada tristeza, presagios de
muerte y aun la misma muerte cruzan por muchos endecasílabos. Pero el centro
está el amor: un anhelo vitalista que se estrella contra las barreras que se alzan
a su paso. De ahí esa pena, ese rayo que se clava en su corazón con oscuros presagios
de muerte.
Enlazado
con los temas del amor, el dolor y la
muerte, se acentúa aquel su primigenio sentido de la tierra, pues Hernández sabe ahora que sólo en ella encontrará
descanso la vida humana.
BIOGRAFÍA DE MIGUEL HERNÁNDEZ