El 27 de abril de 1977, tras treinta y ocho años de exilio
-veinticuatro en Argentina y catorce en Italia-, RAFAEL ALBERTI regresa
por primera vez a España. Sus primeras palabras al descender del avión
fueron: "Me fui con el puño cerrado y vuelvo con la mano abierta en
señal de concordia entre todos los españoles".
Su ya hoy mítica vida está ligada, durante casi un
siglo, a los acontecimientos culturales, políticos y sociales más
destacados de nuestro país. Desde su filiación al Partido Comunista, su
labor en la Alianza de Intelectuales Antifascistas durante la Guerra
Civil, su colaboración durante la contienda junto a María Teresa León y
otros intelectuales en el salvamento de importantes obras de arte de
nuestro patrimonio cultural -"Las Meninas" de Velázquez, "Carlos V" de
Tiziano...-, hasta su rica presidencia honoraria con Dolores Ibárruri de
las primeras Cortes Democráticas... Todo ello lo convierte en un
personaje singular de nuestra historia más reciente.
Rafael Alberti ha llenado con sus versos las páginas
más importantes de la poesía contemporánea. Su pertenencia a la mítica Generación del 27
lo liga al grupo de mayor esplendor poético del siglo XX, que él ha ido
atravesando con una ética y dignidad ejemplares, reconocida con
numerosos premios entre los que destacan el Nacional de Literatura, el
Lenin de la Paz, el Nacional de Teatro y el Cervantes de Literatura.
Visita la web oficial de Rafael Alberti donde tenemos, entre otros recursos, una biblioteca virtual con fonoteca, videoteca -biografía y recitado del propio Alberti de una selección de poemas- o una galería fotográfica.
Antología de Alberti
Antología en audio de Palabra virtual
Antología de cada etapa comentada
Antología en audio de Palabra virtual
Antología de cada etapa comentada
Mi corza
Mi corza, buen amigo,
mi corza blanca.
Los lobos la mataron
al pie del agua.
Los lobos, buen amigo,
que huyeron por el río.
Los lobos la mataron dentro
del agua.
Marinero en tierra
Veamos un presentación donde se nos explica uno de sus grandes poemas "Los ángeles muertos".
LOS ÁNGELES MUERTOS
Buscad, buscadlos:
en el insomnio de las cañerías olvidadas,
en los cauces interrumpidos por el silencio de las basuras.
No lejos de los charcos incapaces de guardar una nube,
unos ojos perdidos,
una sortija rota
o una estrella pisoteada.
Porque yo los he visto:
en esos escombros momentáneos que aparecen en las neblinas.
Porque yo los he tocado:
en el destierro de un ladrillo difunto,
venido a la nada desde una torre o un carro.
Nunca más allá de las chimeneas que se derrumban,
ni de esas hojas tenaces que se estampan en los zapatos.
En todo esto.
Más en esas astillas vagabundas que se consumen sin fuego,
en esas ausencias hundidas que sufren los muebles desvencijados,
no a mucha distancia de los nombres y signos que se enfrían en las paredes.
Buscad, buscadlos:
debajo de la gota de cera que sepulta la palabra de un libro
o la firma de uno de esos rincones de cartas
que trae rodando el polvo.
Cerca del casco perdido de una botella,
de una suela extraviada en la nieve,
de una navaja de afeitar abandonada al borde de un precipicio.
LOS ÁNGELES MUERTOS
Buscad, buscadlos:
en el insomnio de las cañerías olvidadas,
en los cauces interrumpidos por el silencio de las basuras.
No lejos de los charcos incapaces de guardar una nube,
unos ojos perdidos,
una sortija rota
o una estrella pisoteada.
Porque yo los he visto:
en esos escombros momentáneos que aparecen en las neblinas.
Porque yo los he tocado:
en el destierro de un ladrillo difunto,
venido a la nada desde una torre o un carro.
Nunca más allá de las chimeneas que se derrumban,
ni de esas hojas tenaces que se estampan en los zapatos.
En todo esto.
Más en esas astillas vagabundas que se consumen sin fuego,
en esas ausencias hundidas que sufren los muebles desvencijados,
no a mucha distancia de los nombres y signos que se enfrían en las paredes.
Buscad, buscadlos:
debajo de la gota de cera que sepulta la palabra de un libro
o la firma de uno de esos rincones de cartas
que trae rodando el polvo.
Cerca del casco perdido de una botella,
de una suela extraviada en la nieve,
de una navaja de afeitar abandonada al borde de un precipicio.
A un capitán de navío
Homme libre, toujours tu chériras la mer!
CH. BAUDELAIRE
CH. BAUDELAIRE
Sobre tu nave —un plinto verde de algas marinas,
de moluscos, de conchas, de esmeralda estelar—,
capitán de los vientos y de las golondrinas,
fuiste condecorado por un golpe de mar.
Por ti los litorales de frentes serpentinas,
desenrollan al paso de tu arado un cantar:
Marinero, hombre libre, que las mares declinas,
dinos los radiogramas de tu estrella Polar.
Buen marinero, hijo de los llantos del norte,
limón de mediodía, bandera de la corte
espumosa del agua, cazador de sirenas;
todos los litorales amarrados, del mundo,
pedimos que nos lleves en el surco profundo
de tu nave, a la mar, rotas nuestras cadenas
Escucha recitar este poema a Nuria Espert