Es Miguel Hernández uno de los poetas españoles que más admiración puede despertar entre los amantes del verso. Su evolución casi
autodidacta en el mundo de las letras y el estudio desde que era un
pastor hacen todavía más inmenso el reconocimiento que hay que tener a
sus composiciones. La época negra que le tocó vivir y que manchó su
propia vida quizá hicieran que sus obras hayan tomado la importancia que
hoy le damos.
Nanas de la cebolla está dedicado a su segundo hijo (el primero murió con pocos meses). Miguel Hernández, posicionado en el bando republicano en esa desgracia
española llamada Guerra Civil, fue ingresado en prisión al término de la
misma, en 1939. Allí poco puede hacer más allá de “escribir o
desesperarme” como él mismo confirma en una carta enviada a su esposa,
Josefina. Es precisamente una de las cartas de su mujer la que le hace
escribir Nanas de la cebolla. Josefina le habla de su pobreza y de que ella y su hijo sólo tienen para comer pan y cebolla.
Miguel Hernández, desde su celda, le respondería poco después con estos
versos (y que yo recomiendo, además, leer acompañando a Serrat en su
transformación musical de los mismos)